miércoles, 7 de marzo de 2007

"La Manzana Podrida"


“¡Es una manzana podrida...y hay que sacarla del cajón para que no pudra al resto!”

Aún esta es una expresión que se escucha en educadores e instituciones educativas que, al referirse a aquel mal llamado “alumno problema”, intenta sintetizar una serie de problemáticas, encarnándolas en la figura de este niño o niña que requiere un trato diferenciado al de sus compañeros dado el comportamiento disruptivo que sostiene, desarmando la dinámica armónica de la clase planificada y sobrepasando el nivel de tolerancia que el profesional está dispuesto a aceptar.

Es así, que en la necesidad de “tener que cumplir con la entrega de contenidos (curriculares)”, se opta por enviar al alumno fuera del aula, generalmente a modo de castigo (con la fe de que este acto promovería consecuencias positivas), desterrando temporalmente a este alumno a la biblioteca de la escuela o al comedor, siempre antes con el debido acto procesal del discurso moral del Inspector. Así, este alumno comienza a hacerse conocido entre auxiliares de aseo y personal administrativo, abriéndose a relaciones que son desconocidas por el resto de sus compañeros, adquiriendo cierto estatus de popularidad que, de acuerdo a la etapa del desarrollo en que se sitúe, puede ser motivo de incertidumbre o reconocimiento social (ideal reforzamiento en la edad escolar y adolescencia), adquiriendo experticia en hacer dibujos, meditar al lado afuera de una oficina y en hojear revistas que le son proporcionadas para hacer transcurrir el tiempo más rápido hasta que llegue el liberador recreo, en el que nuevamente pasa adquirir el mismo estatus de sus compañeros. Pero aún queda el pase que debe visar el Inspector que lo absuelve de todo pecado (no así de las culpas), quedando en el momentáneo olvido de la hoja del libro de clases lo que ocurrió en el bloque anterior de clases.

Pronto, esta dinámica comienza a repetirse con intervalos menores de tiempo, y con un procedimiento más fluido, en el que cada uno ya sabe cuál es el paso siguiente a seguir. Es cuando, para volver a darle el realce ya perdido al ceremonial, se invita al apoderado, reivindicando el descrito mecanismo nuevamente al nivel de sanción penal ejemplificadora.

Generalmente, el Inspector (figura inicialmente temida por el alumno y que ya es parte de sus relaciones coloquiales y cotidianas) manifiesta su paternal preocupación, exponiendo luego el historial que condena al alumno a portar el rótulo de “debe cambiar” haciendo firmar al apoderado la constancia responsabilizadora; luego, en una próxima oportunidad el estigma se cambiará por el de “suspendido” y, posteriormente adquirirá la investidura de “condicional”.

Paralelamente a este proceso escolar penal, la profesora jefe (figura querida y reconocida por su paciencia y tolerancia), ya ha conversado en varios tonos y actitudes distintas con el alumno (incluso apelando a firmar compromisos y fijar premios), y ha manifestado su preocupación y molestias en varias instancias de desagravio: ante el Apoderado, en los Consejos de profesores, con el Inspector y, finalmente con el Director. Es así, que el alumno, finalmente llega, después de meses o años, luego de llenar la hoja del libro (que debería mantenerse inmaculada), con anotaciones negativas (y alguna positiva que, por piedad, algún profesor escribe a modo compensatorio magnificando un evento rescatable del alumno) al paredón. Ya no queda más que expul...., perdón, “cancelar la matrícula” a este niño (suponiendo que no se incurre en solicitarle al apoderado que amablemente lo retire y le ofrecemos un buen informe de comportamiento, para que no tenga problema en matricularlo en otro lado), que después de “intentar todo”, y de incluso haberle aplicado todo lo que el Ministerio de Educación indica en su política de convivencia escolar, y a pesar de la buena voluntad de la comunidad educativa y de que lo sienten en el alma y les encantaría poder hacer más por este pobre niño, se le debe desvincular de la institución.

3 comentarios:

Benedicto González Vargas dijo...

Extraordinaria descripción de miles de casos reales que vemos a diario.
En mi opinión, lo que aquí ocurre es una falla sistémica en que todos los actores del proceso educativo aportan una cuota importante de responsabilidad. Obviamente la familia no ha sabido (o no ha podido)apoyar la labor del Colegio y evidentemente las áreas de Orientación del colegio en cuestión han anotado otro episodio más a su larga lista de fracasos.
No eximo de responsabilidad a sus profesores de aula, pero tal vez fueron los únicos que intentaron hacer algo en serio, lidiando contra las dificultades de tener al alumno en la sala y con la presión de los resultados, de la UTP, de la Inspectoría y de todas las entidades internas que construyen la variopinta fauna escolar.
Lamentablemente, más allá de predicar paciencia superlativa y de insistir en la búsqueda de metodologías pedagógicas más amables, no sé qué hacer, todos los años me encuentro con este problema y todos los años debo reconocer con humildad que hay estrategias que aún no descubro entre las cuatro paredes de mi sala.

prof. Benedicto González Vargas.
Educación y Pedablogía para el siglo XXI

Habilidades para la Vida dijo...

La solución de esa falla sistémica pasa, en una primera instancia, por asumir como verdadera comunidad un Proyecto Educativo que recoja cada uno de los elementos que efectivamente componen este sistema así como la dinámica de sus relaciones. Es imperioso, además, como sociedad, priorizar recursos a la educación, como por ejemplo incorporar profesionales que brinden desde sus saberes y haceres un aporte a la integralidad de estos complejos sistemas (sociólogos, psicólogos, educadores especializados, etc.) e implementar infraestructura y recursos materiales adecuados. Por último, se hace necesario, que en este proyecto compartido, se imprima un "estilo educativo" razonable, amable y trascendente,... de lo que nos han insistido tantos grandes personajes de la educación. Todo esto como tabla rasa para empezar a vislumbrar un proceso de desarrollo. Gracias profesor por su opinión.

Equipo
HPV

Anónimo dijo...

No existe ninguna ley que obligue a nadie a cumplirla, todo es un interes personal. La calidad de quien hace clases, de quien media en el aprendizaje.
Sino todo se convierte en un tema de los dientes para afuera, un discurso.
Trabaje en una escuela donde se buscaba trabajar con las "manzanas podridas", duro hasta que al sostenedor le dejo de interesar.